Foto de 10 de junio de 2018 |
Tras haber felicitado en el día de ayer a la comunidad del Seminario Menor de Sevilla, por su séptimo aniversario en este enclave (pues ha estado, en otras épocas, en otros lugares), hay que indicar que sus instalaciones se sitúan al oeste del Recinto Monumental, en la parte que inicialmente fue un hotel para acoger peregrinos y que incluso tenía una tienda de souvenirs.
Como dato curioso, es demostrable por postales y fotos incluidas en la guía del peregrino del Cerro de los Sagrados Corazones, de 1949, que inicialmente no formaba parte de esta obra, sino que esta edificación se añadiría un tiempo después.
Fue rehabilitado, como parte del hotel Betania, para la Exposición Universal de 1992 y pasó a estar gestionado por las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. En 2011, comenzó el funcionamiento de la institución actual.
Más información:
El
Recinto Monumental al Sagrado Corazón de Jesús fue construido por expreso deseo
del cardenal D. Pedro Segura y Sáenz, quien estuvo revisando la marcha de las
obras a diario, y las instalaciones fueron inauguradas oficialmente el 10 de
octubre de 1948, para acoger al peregrino, a toda aquella persona que quisiera
acercarse a Cristo, por la advocación a la que está consagrada España, y de la
que era muy devoto este cardenal: el Sagrado Corazón de Jesús.
El
Recinto Monumental al Sagrado Corazón de Jesús no es un mero mirador, no es un
lugar turístico o cultural, sino que es un templo a cielo abierto, como
demuestra que la imagen de Jesucristo, con los brazos abiertos, esté en el
centro y en lo más alto; estando debajo una capilla con la capacidad de acoger
al Santísimo Sacramento y como indican sus principales accesos: un jardín con
las capillas de los misterios del Rosario (no actualizado, porque San Juan
Pablo II añadió uno más); un vía crucis entorno a Betania, que comienza en el
Huerto de los Olivos y va mostrando cómo lo vivió Jesucristo; y la puerta que
presiden, por un lado, San Pedro y San Pablo, y la Virgen de los Reyes. Y
también lo confirman los diversos enterramientos (no sólo del cardenal Segura y
familiares, sino de quienes colaboraron en su construcción y aportan en el
presente para para su mantenimiento), que tiene debajo. Este lugar es un
recinto sagrado para la espiritualidad, para la evangelización, la
profundización de la fe, para el encuentro con Cristo, como así lo vivimos los
católicos que le damos vida.