Foto de 22 de junio de 2015 |
La
Casa diocesana de Cursillos de Cristiandad es lugar para el encuentro con
Cristo, aunque los cursillos de cristiandad, que así se denominan, son
diferentes a los ejercicios espirituales, retiros y convivencias religiosas que
se pueden celebrar en muchos otros lugares. El cursillo de cristiandad es un
instrumento evangelizador, de Primer Anuncio del Evangelio, que nació en
Mallorca, preparando una peregrinación al Camino de Santiago, allá por la
década de los 40 y que el primero celebró en Sevilla en abril de 1955. Tras
celebrarse en varias sedes de la Archidiócesis, le fue asignada, a finales de
los 50 o principios de los 60, estas instalaciones junto al Monumento al
Sagrado Corazón de Jesús.
El
Recinto Monumental al Sagrado Corazón de Jesús fue construido por expreso deseo
del cardenal D. Pedro Segura y Sáenz, quien estuvo revisando la marcha de las
obras a diario, y las instalaciones fueron inauguradas oficialmente el 10 de
octubre de 1948, para acoger al peregrino, a toda aquella persona que quisiera
acercarse a Cristo, por la advocación a la que está consagrada España, y de la
que era muy devoto este cardenal: el Sagrado Corazón de Jesús.
El
Recinto Monumental al Sagrado Corazón de Jesús no es un mero mirador, no es un
lugar turístico o cultural, sino que es un templo a cielo abierto, como
demuestra que la imagen de Jesucristo, con los brazos abiertos, esté en el
centro y en lo más alto; estando debajo una capilla con la capacidad de acoger
al Santísimo Sacramento y como indican sus principales accesos: un jardín con
las capillas de los misterios del Rosario (no actualizado, porque San Juan
Pablo II añadió uno más); un vía crucis entorno a Betania, que comienza en el
Huerto de los Olivos y va mostrando cómo lo vivió Jesucristo; y la puerta que
presiden, por un lado, San Pedro y San Pablo, y la Virgen de los Reyes. Y
también lo confirman los diversos enterramientos (no sólo del cardenal Segura y
familiares, sino de quienes colaboraron en su construcción y aportan en el
presente para para su mantenimiento), que tiene debajo. Este lugar es un
recinto sagrado para la espiritualidad, para la evangelización, la
profundización de la fe, para el encuentro con Cristo, como así lo vivimos los
católicos que le damos vida.